miércoles, 31 de octubre de 2012

Aromas....





                                                     
                                                               Beniatjar

Hay una concatenación de aromas  que me acompañan siempre,  cuando llega el invierno y todos ellos se centran en un lugar.

En una casa de pueblo, modesta, recóndita, ahora lejana…fría por naturaleza, por eso el lar siempre está encendido, por  lo que cada vez que veo  una lumbre en su apogeo me lleva directamente a ella, a evocar momentos secretos de mi infancia.

A  la izquierda, hay una mujer sentada, entrada en años, pero no vieja. Tiene la cara más amable del mundo. Está en su mecedora con un rítmico movimiento, mientras hace maravillas de ganchillo, auténtica artesanía. Las gafas le caen por encima de la nariz y de vez en cuando alza la mirada y me sonríe…la “meua xiqueta”, suspira.
Tiene sobre ella una bombilla desnuda, tras un cable blanco, colgando, haciendo un ligero sonido de electricidad constante, los dedos se entrelazan, con la lana, que reposa en su regazo, mientras la obra de arte toma forma.

El atardecer pasa….en el centro hay una mesa robusta de madera, oscura, con una talla en sus pies, entre los que tantas veces me he escondido, debajo del mantel. El suelo, es de cerámica fría, con un dibujo de flores difícil de superar….al frente un armario que guarda tesoros, entre ellos, el azucarero con tapa.

Y desde la alacena, situada debajo de la escalera, me asomo a ver, me acerco. Abro la puerta y entonces, sólo entonces el olor del aceite en crudo, que desprenden las grandes tinajas me envuelve hasta marearme, hasta perder casi el sentido, imagino dentro a mi abuelo, con manos de labrador, que no ha parado un segundo de su vida de trabajar. Aún no estando, imagino que el viejo me sonríe, con esa mirada pícara y traviesa, que tanto adoro, y en su mano tiene un medidor, está llenando alguna garrafa para alguien. 

Sigo andando, hay un portalón que separa la estancia principal de la cocina, el baño y el corral. Una gran puerta que va del techo al suelo, con dos hojas. Y oigo un suave borboteo, una música de agua que llega plácida hacia mí, oigo el no te acerques inmediato….y me quedo en la puerta observando la gran lata, hirviendo, llena de tarros de cristal con tapa, llenos de mermelada de pruna (ciruelo) negra. Dulce, deliciosamente ácida, única….me alejo….dentro de poco vendrán con la gran ccuhara de madera a moverlas.

La noche ha caído sobre el pequeño pueblo, pero yo sigo en el interior de esa casa, cálida, la hoguera en brasas…es el momento preferido, mi abuela deja su faena a un lado, se levanta pesadamente de su mecedora y yo la sigo con la mirada. Abre la nevera y de ella saca una fuente de porcelana, antigua, llena de deliciosas chuletas de cordero, morcillas, longanizas….y corta unas hogazas de pan de pueblo, grandes….deja sobre la mesa  el jarro de vino que se desborda un poco, es un vino fuerte, de carácter, que llena de olor la copa sobre la que lo derraman.

Coge la graella, la abre de par en par y mete las comandas una a una entre esos hierros. Atiza el fuego, hace un lecho de brasas y es entonces, cuando de verdad llega Noviembre, cuando la grasa del cordero empieza a chisporrotear y el olor del embutido llena la estancia…..aceite crudo en el pan, carne recién hecha marcada por el fuego…

Y es entonces cuando mi gente  vuelve del campo y la casa se llena de nuevo de vida...

 

jueves, 25 de octubre de 2012

Tiempo....






Mi foto preferida, sin duda.....

Fijaros en la fuerza que emana la mirada feroz, el color verde amarillento de una mujer que parece que vaya a atacar en ese preciso instante, saltar sobre aquel que quiere robarle su más preciado tesoro...su esencia interior e inocencia, esa mirada de ojos expresivos que todos desearíamos poseer. 

Yo veo un bosque es sus ojos, veo el mar en calma un día de verano bañado por el sol, la asimetría perfecta en ese tono del color del desierto, tostada, perfecta...veo belleza a raudales, fuerza, carisma, sencillez...el rojo de su túnica que enmarca un momento de su vida único, el paso que todos tememos de niña a mujer...sin un atisbo de duda.

No necesita nada, ningún producto de belleza, porque la posee toda.... le robaron la imagen, la hicieron portada de una revista, la mostraron al mundo....nadie sabia quién era, ni el propio fotógrafo, que no cesó en buscarla. 

En 1984, en el campo de refugiados de Nasir Bagh, en la frontera con Pakistán, Steve McCurry toma el retrato de una joven afgana, huérfana en un pueblo bombardeado por los soviéticos.
El encuentro sólo dura un cuarto de hora, no le pide su nombre, apunta sólo la edad: doce años.

Cuenta que su burka, el velo integral de las mujeres afganas, está presente en su vida, que la paz que los talibanes aportaron a este país sin ley y los bombardeos americanos la han entristecido.
Tecto del  diario "Liberation"

Y el mundo sigue para todos, incluso para ella y su mirada....pasa la historia, el momento, la vida....pero esta vez, el fotógrafo se deja atrapar por esa mirada infinita y desea recuperarla de nuevo, saber de ella, encontrarla...y tras 18 años lo consigue....y la retrata de nuevo. 

Madre de tres hijos,  de guerra en guerra....esconde sus ojos y sus 30 años bajo un Burka, ha dejado que el tiempo pase por delante de su belleza, marque la huella en su piel, su pelo....pero lo más triste es que el tiempo, (los talibanes, los americanos) le ha robado la mirada, la fuerza, el carisma....esa felinidad que poseía

La veo y veo el interrogante en ella, la ausencia de sonrisa, la falta de ese brillo feroz que nos llevaba a otro mundo, la miro y me devuelve una pregunta que quizá quede siempre en mi....

¿Que quereís ahora?


Su nombre es Sharbat Gula