martes, 11 de diciembre de 2012

Gotas



¿Te acuerdas de aquella noche? 

Esa que nos conocimos, era una Valencia invernal, pero como siempre no hacia frío, ni siquiera había humedad en el ambiente, la noche era cerrada, bien tarde y el amanecer esperaba salir tras las fincas donde se apagan las farolas en la nit del Foc.

Aún así, paseando de vuelta a casa por la Alameda desierta de gente, me ofreciste tus guantes,te dije que no y me  replicaste  que aún así  preferías que pusiera  la mano en tu bolsillo cogida de la tuya,pasamos por las torres de Serrano,  andamos hacia la Gran Vía, disfrutando del silencio, la soledad y a la vez la mejor compañía.

Estuvimos horas antes hablando, adivinaste con esa cara de interesante cada cosa que me pasaba, cada herida que no estaba cerrada, cada sueño que escondía. Sin dejar de fijar en mi esos ojos verdes aceituna, enormes, sinceros, que brillaban con luz propia. 

Llegamos al Trina, fin del destino. Pedimos un café caliente y jugábamos con el vaho en el cristal, creando dibujos divertidos, formando corazones con los dedos. 

Sonreias,  me sentía pequeña a tu lado, casi una niña que no sabía nada del mundo, tú, aventurero, había recorrido infinidad de lugares, conocido a miles de personas y  allí estabas, simplemente, gastando ese preciado tiempo tuyo conmigo. 


Y cuando menos lo esperaba, allí estaba, ese beso plasmado como un trazo de color rojo en un lienzo azul celeste, cruzó como un rayo, sin previo aviso, sin siquiera dejar que pensara que venia y se fue a posar como grácil mariposa en mis trémulos labios, entreabiertos. 

Y te uniste insoldablemente a mi, para siempre, sin más escándalo que ese, sin ruido, sin duda alguna...

Y me dijiste con voz tan seria como sensual, tan sobria como divertida....haz esa llamada y cambia tu mundo, sé tu misma a partir de hoy, no cejes en el empeño de encontrar lo que tú quieres sin dejarte llevar por los demás. 

Y lo hice, a primera hora. 

Y aquí estoy, una década y algunos años después agradeciendote esas palabras y estremeciéndome cada vez que recuerdo ese beso. Y curiosamente nos prometimos, que cada vez que lloviera, serías esa gota de agua que recorre el cristal, que sigo con el dedo cada vez que la reconozco, que me lleva a ese momento. 

Hasta hoy, que un soplido gélido de viento me ha traido de nuevo tu luz. 







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